Cuando empezaban los Beatles, allá por los primeros sesenta, les contrataron para rodar tres películas. Todo un sueño que les equiparaba con “el rey” Elvis.
Se rodaron las dos primeras “Qué noche la de aquel día” y “Help”, a las órdenes de uno de los genios del nuevo cine británico, Richard Lester. La tercera, que quedó pendiente, se fue convirtiendo en una pesada losa para los cada vez más independientes y poderosos miembros del cuarteto.
Habían conseguido dejar las giras, en parte por la presión de las masas en sus conciertos y en sus desplazamientos, y cada uno había comenzado a hacer cosas por su cuenta. O sea, cada vez eran más cada uno de ellos y menos los Beatles.
Pero el contrato con la United Artists estaba firmado y faltaba aún una película para completarlo.
La solución fue la de rodar una película de dibujos animados cuyo argumento giraría en torno a los Beatles que se ilustraría con canciones escritas específicamente para ella y con otros éxitos del grupo, porque el contrato no sólo incluía la cesión de todo tipo de derechos, sino, además, la creación de una banda sonora original para la película.
La pereza o la falta de interés hicieron que sólo seis de las quince canciones que suenan fuesen escritas originalmente para la banda sonora. El resto se completó con material ya grabado por el grupo, para el que se idearon las correspondientes escenas.
Afortunadamente, la selección de temas fue exquisita y el guión de Lee Minoff fue espléndidamente llevado a la pantalla por Georges Dunning, revolucionando lo hecho hasta entonces en el campo de la animación.
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